ARQUIVOS WAGNERIANOS


EL TRISTÁN Y SU SIMBOLOGÍA

por Kevin O’Mahoney

El día y la noche.
El antagonismo del día y la noche, que impregna  la totalidad de la obra es fundamental; el día representa las apariencias, la realidad percibida. La noche encierra en sí misma la verdad más profunda. El día es hostil, la noche, amiga.
El pendón negro es un símbolo complementario de la noche que enseguida se vuelve fúnebre y consolatorio, y en el cual Wagner deseó “desarrollarse y morir”; descenderá, ondeando al final de la obra, habiéndose convertido en realidad en el reino de los sueños.
El mar.
Eternidad y olvido. El principio fundamental de la creación, es el comienzo y el fin de todas las cosas. El mar conduce a Tristán y a Isolda hacia su destino. El camino al reino de Marke, el camino en apariencia externa, atraviesa el mar. Es la imagen del Génesis y de la trascendencia de la existencia. El mar traerá a Isolda de regreso, el mar abrazará a los amantes mientras se hunden en la nada. El mar es el elemento fluido de los sueños, la matriz original.
La capa.
Vasta, de doble faldón, /blanca y negra. El lado blanco representa el sentido del honor, en el que Tristán se envuelve en sí mismo, y que enrollará alrededor de Isolda al final del acto 1º. El lado negro representará el abandono del honor –su opuesto-; la capa es el “und” que a la vez une y separa a Tristán de Isolda.
La espada.
El símbolo del honor.

PERSONAJES:
Tristán e Isolda.
Los dos polos, su destino es unirse y poco a poco se van dando cuenta de que tal unión es imposible en este mundo.
Tristán: Rubio, vestido con los colores de la noche (bajo / la capa del honor) ; engendrado por Death, se ha convertido en un héroe solar. Hombre, pero héroe. Su preocupación es el honor.
Isolda: Morena, vestida con los colores de la noche; la princesa hechicera desarraigada. Mujer que por su esencia tiene verdadero conocimiento de las realidades de la vida. Isolda es criminal y Tristán suicida. No son gente “agradable” o “normal”. Narcisistas, egoístas, ambos están llenos de orgullo, consumidos por la pasión, presuntuosos y agresivos, obsesionados con su imagen (como reflejo en ellos del mundo). Pero, a la vez, son criaturas sublimes las cuales, habiendo renunciado a la vida, se esfuerzan incesantemente hacia la extinción y fusión entre ambos. Por medio del interrogatorio
-averiguación- y la observación -experiencia-, se busca mutuamente en la muerte, que  propone Isolda y Tristán acepta (acto 1º), la cual es deseada y glorificada  por ambos (acto 2º); Tristán la lleva a cabo e Isolda la consagra (acto 3º).

Tristán:                                                                     Isolda:
Masculinidad                                                              Feminidad
El signo positivo                                                         El signo negativo
Lo racional                                                                 Lo irracional
La  vanidad del mundo exterior                                 La verdad del mundo                                                                                                interior
El día                                                                         La noche
Lo pasivo                                                                   Lo activo

Parte de Tristán “vive” e Isolda, y viceversa. La muerte –confían- terminará con su separación.
Es Isolda quien lleva todo acabo... “...el misterio de la mujer que inicia al hombre en el amor...”
“...El hombre, inconscientemente, aspira tan sólo a volver de dónde vino; nacido de mujer, retornará para morir en sus brazos, un eterno regreso a casa, a través del amor, hasta llegar a la madre...” (Jean Matter).
“...La redención eterna del hombre lograda por la mujer...” (Richard Wagner).
Brangäne y Kurwenal.
Ella, la sirvienta, no es estúpida ni insensible. Intenta por todos los medios rehuir una realidad que es demasiado intolerable como para que ella la afronte. Sólo se guía por el temor, demora actuar, a la vida, a no desempeñar bien sus obligaciones. No es un mal: el miedo es su condición.
Él, es el viejo perro fiel, áspero, sin malicia, un bruto lleno de inmensa bondad. Su puesto está a los pies del amo al que adora sin comparación.
Marke.
Es el prisionero de su propio código, un código de honor. Ama a Tristán por lo que él representa, más que a Isolda. Un verdadero conocimiento del amor, así como es explorado por Tristán e Isolda, está bastante lejos de él. Un personaje abrumado por el destino, no entiende nada del drama.
Melot.
Pertenece, al igual que Marke, al mundo del día y del honor; un mundo hostil, “ignorante” y envidioso. También él usa su color, el blanco puro. Su deseo de venganza se verá desbaratado: Tristán anhela la muerte y la logra abalanzándose sobre la indiferente espada de Melot, el opuesto de Tristán.

Kevin O’Mahoney (Wagner News)


Traducido ao español por Xesus Carlos Castro, (falecido en accidente de moto e por todos relembrado) para a revista da Asociazón Xuvenil Wagneriana (1980-2004), Nothung nº 39 Novembro-Decembro 1984.

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RICHARD WAGNER Y LOS HERMANOS GRIMM. DOS 

BICENTENARIOS COMPLEMENTARIOS.

por Mariano de Souza

Como ustedes saben, en 2013 se cumplió el bicentenario del gigante de la música, Richard Wagner. Un crítico de arte eminente comentó un día: “no es tan importante que un genio sea precoz y luego se pare. Es más importante el recorrido hacia arriba del creador que trabaja sin pausa”.
Richad Wagner recibió clases de armonía, y con Müller de composición y canto entre 1828 y 1931. De niño tocaba mal y de oído, al contrario de su ídolo Mozart, pero con Wagner se cumple la aseveración del crítico: “es mejor el recorrido hacia arriba”.
Recordemos lo dicho por Liszt sobre Wagner: “el arte debe a este gran compositor gratitud eterna”.
¿Por qué relacionamos a Wagner con los hermanos Jakob y Wilhelm Grimm? ¿Acaso no fue Wagner un apasionado lector de literatura antigua, mitología, literatura de mitos y leyendas? ¿No lo fueron los hermanos Grimm? Recordemos en la década de los años veinte (1820), Jakob Grimm escribió “Gramática alemana”, consideraba el origen de la filología germánica, también editó “Mitología alemana”, publicó libros como “Leyendas heroicas alemanas” (1829), “La canción de Roldán (1838)” y “El antiguo idioma alemán” (1851), editaron y estudiaron una obra tal como “El Cantar de los Nibelungos” ¿Conoció Wagner estas obras?
Los dos hermanos Grimm, fueron en realidad tres, sin que la fecha de hoy el tercero conste en ningún monumento de Alemania u otro país. Se trata del gran artista dibujante Ludwig, él le dio un plus de éxito total a los cuentos de los Grimm. Al igual que Richad Wagner los tres son de Sajonia de Hanau.
En realidad el motivo por el que une el destino de los Grimm a Wagner es el bicentenario de todos ellos. El de Wagner su nacimiento, y el de los hermanos Grimm, la publicación de sus historias, que fueron recopiladas por ellos, verdaderos padres de la germanística (filología y antropología) moderna. No obstante, y aún así, hago hincapié en mi calidad de artista pintor-ilustrador, sobre la importancia suprema que ha tenido el arte, en este caso alemán, universal de todos los genios.
Recordemos los maravillosos decorados  de las óperas de Wagner y los fantásticos dibujos que ilustran los libros de los hermanos Grimm, realizados por Ludwig Grimm.
Y por último, Wagner fue favorecido por el rey Luis II de Baviera, enamorado de su enorme talento. Los hermanos Grimm contaron con el rey Federico Guillermo de Prusia, quien les ofreció un puesto en la Universidad de Berlín.
La herencia de estos “monstruos sagrados” en el arte es brutal y contundente. Disney llegó a cualquier rincón del mundo con Blancanieves y los siete enanitos. Por cierto, es posible que los enanitos de Blancanieves sean habitantes antiguos de la Selva Negra. La enorme falta de luz y de pastos para animales como vacas o cabras, y otros efectos, creó hombrecillos muy pequeños (¿los “hobbits”?). Yo mismo pude comprobar allí que puertas y ventanas son muy pequeñas, de otra escala, lo que evidencia lo dicho.
La vida de los hermanos Grimm fue llevada al cine e interpretada en su última versión por Heath Ledger y Matt Damon. Lo que los críticos e investigadores olvidan o conocen mal es la otra maravillosa versión que se proyectó en el antiguo cine Albeniz (hoy Teatro Albeniz. Madrid) en Cinerama, en una enorme pantalla semicircular, con tres pantallas unidas y tres cámaras emitiendo.
Recordemos el primer libro de cuentos de los hermanos Grimm, que fracasó por dos errores puntuales:

1. Porque no estaba ilustrado y tenía cientos de llamadas a pie de página;
2. Porque no era para niños. Recordemos que la madrastra de Blancanieves se ponía un zapato de hierro ardiendo hasta que moría de dolor...claro está que hubo que cambiar el final.

Kinder und Hausmärchen (1819), de Ludwig Grimm.

Quisiera acabar este texto con una última reflexión que puede venir a cuento: ¿influyó la obra de Wagner en los pintores prerrafaelistas?
En 1848 unos jóvenes estudiantes de la Royal Academy eligieron el nombre de la Asociación Prerrafaelista (The Preraphaeliste Brother Hood). Estos pintores se inspiraron en poemas épicos medievales. ¿Por qué coincidieron Wagner, Grimm y los Prerrafaelistas? ¿Bebieron los tres de las mismas fuentes?
Acaso el pintor prerrafaelista Rosetti pinta Rienzi (1849 colección particular). Curiosamente, este pintor fue un artista más tarde desacreditado y se dedicó a la acuarela. Rosetti cultivaba un misticismo medieval que arrastró a Morris y a Burne-Jones, con quienes formó el Neo-prerrafaelismo. Lo curioso fue que lo expulsaron los prerrafaelistas, sus asociados y público, aunque fuera el que mejor representara a dicho movimiento.
Finalmente, me gustaría apuntar desde la AWG, y a quien corresponda, que la música de Wagner (Rienzi, por ejemplo) debería hermanarse un día en el Museo del Prado, de Berlín, etc. Las obras prerrafaelistas, hermanos Grimm,  todo en un  concierto: ARTE TOTAL.

(Artigo extraído da revista da AWG, CRÓNICAS WAGNERIANAS, nº 9 (2014), pp. 25-26.

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EL ATREVIMIENTO DE NEWMAN

NEWMAN, Ernest, WAGNER, EL HOMBRE Y EL ARTISTAEdit, Taurus,  Madrid, 1982. 435 págs.


por Ricardo Almeida

               
Aunque este título no es exactamente wagneriano en sensu amplio, es recomendable para todo aquel que desee conocer a Wagner desde múltiples puntos de vista.
A la hora de leer y criticar este libro, hay que situarse en el ano l924, fecha de la última edición original de esta obra. Wagner aún quedaba relativamente cerca y el auge del periodismo todopoderoso empezaba a vivir: el crítico era (y es) vital para que aquél u otro composi­tor triunfara, por lo menos temporalmente. El libro que nos ocupa se divide en tres partes fundamentales: El Hombre, El Artista en Teoría y en la Práctica, así como dos apéndices interesantes (A y B). Dividiremos también así nuestro comentario:

l-El Hombre.

            Si Newman (N.) se refugia muchas veces en uno o en otro supuesto error del Mein Leben. (M. L. “Mi Vida”) de Wagner, nosotros también podemos decir que el autor no vio los recientemente publicados diarios de Cosima (publicados en francés) y que pueden y aclaran muchas lagunas y dichos "filosóficos” como los que se atreve decir a lo largo de toda la obra: “Wagner sintió la necesidad de dominarlo todo de modo tan irresistible como su propio Wotan”. Si empezamos a analizar todos los “dogmas” dejados por N., necesitaríamos otro ensayo más para contrariar a este señor. No intentaremos esto y no es ni de lejos nuestra intención. Sólo comentaremos las exa­geraciones y algún que otro punto típico de la vida de Wagner, veremos algunas ci­tas, y que luego que cada  uno lea el libro y saque consecuencias. ­La verdad es que N. se lanza en afirmaciones, y comparaciones muy literarias (anti-wagnerianas, por supuesto) y poco serias, como: “Ansiaba cazar las malas interpretaciones que se referían a su persona con el mismo anhelo que Calvino cazaba las herejías”. Lo bueno es que aunque todo el libro “narra” estas afirmaciones, la vida de Wagner que el autor nos cuenta se contradice con las mismas, salvo en los casos en  que el mismo nos describe la vida del compositor alemán desde un punto de vista muy personal, por cierto.
            El ser colega para N. es cosa importantísima :defiende a Hanslick, y califica de “inocencia expresiva” a un fragmento del M.L. en el cual Wagner relata el día de la ruptura de amistad entre el mismo y aquél. Cuando N. se atreve a decir que “Todos sabemos que Wagner adoraba a aquellos que estaban de acuerdo con él, y no sopor­taba a los hombres que asumían formas distintas de pensar”, supongo que no se está acordando de su amistad con Nietzsche, con el propio Hanslick, e incluso con Brahms (este último cayó en la trampa de la. crítica,            aunque personalmente se llevaba bien con Wagner). Es cierto que casi todos llegaron a una ruptura con el maestro, pero la culpa no fue  siem­pre precisamente de él, y esta constante es lo que hace que las afirmaciones contrarias a Wagner sean muchas veces poco creíbles, falta un algo de objetividad a lo largo de gran parte de la obra.
            En lo que respecta a las relaciones. Minna/Wagner, N. defiende con uñas y dientes a Minna en “contra de los fanáticos wagnerianos” que luchan (?) contra Minna. Explica el caso de la inspiración artística de Wagner en Matilde W., pero es incapaz de entender el concepto wagneriano del arte y de la vida en sí misma. Incluso llega a comparar lo siguiente: “Una esposa normal (se refiere a Minna) no se consuela cuando su esposo prefiere durante un tiempo a otra mujer, porque aunque éste le asegure que la pasión que siente está libre de toda implicación física...” El caso Sr. Newman es que una “mujer normal” no vale para Wagner, porque Wagner no era un hombre normal. Menos mal que N. reconoce el hecho de la preocupación de Wagner por la no comprensión de este problema por parte de Minna (oágs. 60 y 61).
            Para N. existe la tópica división entre Wagner-hombre (de una pequeñez moral increíble) y el artista (de una grandiosidad artística increíble). Personalmente no creo en tal división radical, sobre todo cuando sale de la letra de un antiguo wagneriano. Los detalles, sobran. Una carta de Wagner a Minna en su parte final, el 17 de Abril de l850, lo resume todo:  “ Si hubieras sentido amor verdadero en tu pecho  no te alabarías por haber soportado aquellas miserias, sino que gracias a tu firme creencia hacia mi y hacia lo que soy, habrías conoci­do y reconocido que esos sacrificios eran la necesidad que uno acepta en nombre de algo más ilustre; cuando uno solo piensa en este objetivo superior, y se siente contento con la consciencia del mismo  se olvidan los dolores más ba­jos. Esto no es óbvice para que N. a la hora de comparar a Elsa con Minna o con Kurvenal (y las consecuencias de esta comparación), acierte plenamente, así como sus afirmaciones en las págs. l0l, l05 y 109.
  En cuanto al caso de Mathilde Wesendonk, podemos otra vez resumirlo en una cita de N.: “Cada pensamiento (de Wagner) de Mathilde es un sueño, una embriaguez; ante Minna, es el hombre práctico que discute las pequeñeces corrientes de la vida de la manera más prosaica”.
  El/los casos de Cosima/Wagner/Bülow es tratado por Newman de un modo bastante superficial, y reconoce que gracias a Wagner, Bülow ocupó un cargo en la corte de Luis II en 1897 (Kapellmaister de la corte).
            Según nuestro autor, Wagner era anti-semita en teoría y pro-semita en la práctica: la verdad es que Wagner no tenía la culpa de que Hermann Levi fuese buen director y que personas como Mahler, le siguiesen como sus mas fieles segui­dores, para mayor gloria de la música europea.
            Para N., Wagner era un amante del lujo, aunque tiene que reconocer que los regalos que les hacia a sus amigos le costasen un esfuerzo económico importante (como dice Cornelius, el día que Wagner le regala una mesa el día de Navidad. Cornelius le llama “loco” a Wagner por hacerle seme­jante y caro regalo).
  Es  atrevido decir frases como esta: “Quería mucho a sus amigos, sinceramente, pero en su bien propio, no en el de ellos. Yo digo ¿cómo va a querer tanto y tan sinceramente a sus amigos, si es egoísta? Otras páginas de interés para el lector son: 160, 171, 172 y 173 e esta misma dirección.

2-Artista en Teoría.

            Encontramos una nueva contradicción sobre la “teoría de la seda” (amor al lujo) de Wagner, en la pág. 184.
            Ni que decir tiene que a N. no le gusta el Wagner de la teoría, ni entiende al Wagner de la práctica, y esto lo veremos a lo largo de toda la obra y en este capítulo en particular. Otras páginas “especiales”son las: 204-5-6-7-8-9 y 211.
            Para rematar este capítulo se nos dice además cogiendo como ejemplo al (“Tristán”): “En un sentido estricto, el mismo Wagner apenas era poeta: sencillamente, era un escritor de palabras para la música” (pág. 205). Sobran comentarios.

3-El artista en la práctica.

            Buena es esta introducción a la obra musical wagneriana de su juventud, así como los comentarios que hace de cada una de ellas, luego decae a la hora de teorizar sobre los dramas, siendo Rienzi la obra más odiada (el adjetivo se queda corto) por N. También se critica la falta de coordinación entre el argumento/tema y la música, demostrando así la victoria de esta última sobre la poesía (las “explicaciones” de Wotan, Gurnemanz, Isolda, etc. que según Newman, no son poesía).
            Finalmente, N. estalla con un alegato por la música wagneriana (no por el drama) esperando que exista un moderno sucesor del maestro de Bayreuth (ojalá, pero no nos creemos nada... ¿quizás su hijo Siegfried Wagner?).
            Son de destacar los apéndices A y B: Origen racial de Wagner (demostrando que ni Wagner ni Geyer tenían origen judío) y un interesante ensayo sobre el concepto wagneriano de música y drama: Wagner y Super-Wagner.
            En resumen, un libro de gran atrevimiento, que hay que cogerlo con pinzas, pero que hay que leer, ya que es un estilo muy original de hacer una biografía, tarea nada fácil de un personaje tan complejo como era Richard Wagner, salvando las distancias, por supuesto. ¿Qué nos quiere dar a entender Newman? No es fácil responder, pero en cualquiera de sus formas, el objetivo de esclarecimiento sobre el hombre y artista que propone, sólo lo logra muy parcialmente. Ya sabe del extremo escepticismo Newman en sus críticas musicales, tanto es así que el cantar bien no era precisamente una garantía cierta para sacar una nota aceptable de este musicólogo inglés, llegando a decir que “The higher the voice the smaller the intellect.”.



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TANNHÄUSER: MI PRIMERA EXPERIENCIA WAGNERIANA.

por X. Carlos Rios



Aún me acuerdo perfectamente de mi inicial prueba de fuego en Madrid. La obra en cuestión era Tannhäuser y la compañía de Ópera, un modesto pero honorable equipo de cantantes de la Alemania Oriental (1) que dignificó en ejecución y puesta de escena esta obra maestra, ya antesala diáfana del pleno Drama musical wagneriano

Cuando en este momento estamos celebrando el aniversario de Richard Wagner, estos recuerdos se me vienen a la memoria y voy a tratar de hacer un pequeño homenaje a esta obra, a la cual le tengo un cariño y trato muy personal, analizándola un algo en su profundidad.

Comencemos por la obertura, a mi modo de ver, una de las más bonitas de la obra wagneriana. La Obertura se divide en dos partes: una primera parte llena de un gran lirismo y presentación de leit-motivs, y una segunda parte, donde se nos empieza a describir el mundo del amor sensual, de los placeres del Venusberg, para estallar en la Bacanal, donde el mundo del pecado y perdición del alma llega a su punto máximo.

En el Acto I, nada más empezar, veremos el conflicto existente entre los mundos de Venus y Tannhäuser, este último querrá irse del mundo de la fuerza negativa que le rodea: "no veo ni el sol, ni las estrellas, ni las bellas constelaciones, ni el florido césped, cuyo fresco verdor anuncia la llegada del verano(...)”. ¿No volverá a oír ni a ver esas cosas? Tannhäuser pertenece al mundo de los hombres, pero mantendrá una ambigüedad harto peligrosa que le llevará a acontecimientos decisivos para su vida, es el ser humano como creación compleja de Dios, el ámbito de lo que el hombre quiere y no quiere ser, un camino que debe decidir.

Sin embargo, Venus insiste, ante lo cual Heinrich (Tannhäuser) exalta a Venus, al amor (su amor) -temas de la primera y segunda parte de la Obertura- que él entiende:

“¡Loado sea tu amor! ¡Venturoso para siempre quien permanezca a tu lado!". Ni las atracciones de los encantos logran atraer a Heinrich: "Mi espíritu no busca ya las delicias y el placer, mis deseos me inducen a la muerte". Es una búsqueda de la perfección que le habrá de llevar a su limpieza del alma

En la escena II de este Acto, Heinrich se encuentra ya en el mundo de los hombres. Los peregrinos que por allí pasan le recuerdan a nuestro protagonista su futuro: " ¡A ti me dirijo señor, en ti cifra el pecador su esperanza!" mediante un maravilloso y adelantado a su época coro móvil. Tannhäuser reconoce su destino: " ¡Cuánto me abruma la carga de mis pecados, no puedo soportarlo más, por eso renuncio a la paz, al reposo, y me entrego con ardor a la fatiga y a los sufrimientos", una via mística de salvación (desde el sufrimiento y la pena liberadora) que desea lo profundo de su Ser.

La compañía de sus ex-compañeros hará renacer en él la llama de la amistad (Wolfram) y sobre todo, del amor, del verdadero amor (Elisabeth): " ¡Quédate junto a Elisabeth!". Wolfram se lo recordará: " ¡Vuelve!, que su estrella luzca de nuevo a nuestras miradas".

En el Acto II, escena 1, Elisabeth vuelve a tomar vida, el amor se acerca:

“¡Quien nos devuelve la vida va a llegar, se acerca!".

La nobleza de un gran personaje, aparece, Wolfram: no duda en ofrecer a Elisabeth a su amigo Heinrich, aunque ama profundamente a la heroína de Turingia. Wolfram pierde una última esperanza en este maravilloso encuentro en que música y poesía se conjugan perfectamente, uno de los pasajes más majestuosos de la obra.

A pesar de todo, dos mundos separan a Heinrich de Elisabeth y viceversa y los hacen combatir :

el mundo del pecado, o mejor dicho, el universo del ser-que-no-se-prepara-para-la-muerte (el que se apega a la voluptuosidad y la senda de los placeres del viejo hombre), es el mundo de Venusberg, y en el otro lado el mundo de la cristiandad cristalina y medieval, del verdadero amor, el de Dios y de los hombres nobles.

El tema que propone el Landgrave (padre de Elisabeth) para el concurso de cantores, es muy intencionado: "¿Podríais profundizar en la naturaleza del amor?, quien más dignamente cante al amor, recibirá la mano de mi hija".

En el concurso de cantores, Wolfram canta el amor: Entre todas las estrellas hay una que luce más (Elisabeth), ante tal estrella: “mi espíritu bebe en su manantial aguas dulces, divinas, que inundan el corazón de inefables dulzuras".

Heinrich replica que a la fuente del amor no hay que tenerle temor: "la fuente es inextinguible al igual que mi deseo". Tannhäuser no habla del espíritu. Walter von der Vogelweide interviene: "la fuente es la virtud, la virtud misma (...) No con los labios, sino con el corazón hay que beber".

Heinrich vuelve a replicar que mediante lo material se puede llegar al corazón. "Del amor, sólo conozco el goce", olvidarse de prepararse para la muerte es también una manera de vivir y esperar de inmediato el placer continuo.

El choque entre los mundos se ha producido, es demasiado fuerte: Tannhäuser remata su canto invocando al otro mundo: "¡Diosa del amor!, a ti celebro mi canto, ¡glorificada seas por mí!". Un mundo se vuelve contra el otro: Heinrich debe ser expulsado o muerto en el acto (Biterolf). Elisabeth ayuda a Heinrich en estos momentos: siente compasión por él y pide una última oportunidad para el pecador; se siente derrotada y decepcionada de Tannhäuser, pero Elisabeth lo seguirá amando hasta el final, en este y en el Otro mundo, donde lo esperará.

Heinrich acepta su castigo, impresionado por Elisabeth y su santidad:

"Para condenar al pecador a su salvación, la mensajera celeste ha descendido a mí".

Tannhäuser parte hacia Roma, en busca del perdón papal: "¿Cómo alcanzar perdón, cómo expiar mi crimen? He visto zozobrar de repente mi salvación (...) sea reconciliado el ángel de mi angustia"

Elisabeth no duda en pedir ayuda a Dios: "haz que brille a sus ojos la luz, sacándole de su eterna noche".

El desenlace se verá en el Acto III. Los años han pasado, Elisabeth sigue rezando a la Virgen (ejemplo de sacrificio y aceptación -fiat- de la misión sagrada) para la salvación del pecador, ofreciendo su vida e intercesión para que tal cosa suceda. Elisabeth indicará a Wolfram, mediante gestos, que su senda, es la que conduce al cielo, donde ha de realizar una obra santa; pero Heinrich no está entre los peregrinos que regresan de Roma.

En un momento de verdadera pasión, Wolfram canta a su estrella, que luce gloriosa ya en el cielo: poética y musi-calmente es la belleza personificada, con un aire todavía algo italianizante en cuanto a su forma, aunque de un ya maduro compositor.

Heinrich vuelve: su demanda de perdón ha sido rechazada. El trovador herético quiere ser perdonado, pero sus pecados son demasiado pesados, el Papa ha negado su perdón: "así como este báculo que en mi mano ves, ya no volverá a adornarse del fresco verdor, así tú, en la infernal hoguera, no verás ya florecer para ti la salvación". La intercesión fracasa y es el hombre sólo ante su abismo quien debe liberarse mediante Dios y otra vez el amor.

Pero la obra santa de Elisabeth se cumple: muere Elisabeth y el báculo florece, siendo perdonado Tannhäuser por sus pecados: REDENCIÓN POR AMOR, ese amor que procede de Dios por mediación de Elisabeth, el prototipo de marianismo más sincero y caballeresco. De nada sirven los intentos de Venus de "rescatar" a su "amor". Wolfram será fiel a Heinrich hasta el final. Tannhäuser pronuncia las palabras que le deben su vida: " ¡Santa Elisabeth, ruega por mí!", falleciendo junto al cuerpo de su amada Elisabeth.

La obra perdura en mis recuerdos como ese combate diario contra la modernidad que todos tenemos que vivenciar, ese combate interior (el corazón, nuestra Dama) contra el mundo de lo que oculta lo sagrado, lo bello, esas tinieblas que deben ser separadas por la luz de la contemplación y acción de lo divino, una encarnación del personaje esplendoroso de la “Senhor” trovadoresca ya redentora de lo humano eternamente, la Elisabeth del conocimiento de Dios verdaderamente redentor.

Tannhäuser es una piedra de toque hacia el auténtico drama musical wagneriano. La poesía, podemos decir que vence a la música en esta obra, una de mis preferidas y de la que más gratos recuerdos guardo.

NOTHUNG nº 26. Especial Centenario R. Wagner. Enero-Febrero 1983 (= revisión parcial 2002).

(1) Acompaño el programa de mano de la citada representación de Mayo de 1980
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Sentirse Wagneriano

por X. Carlos Ríos


            Quizás, pasada ya mi juventud y las energías y la entrega que la misma conlleva, me olvidaré de detalles y hechos importantes, y de otros no tan importantes de mi vida juvenil,  pero de lo que no me olvidaré es de ese es­calofrío que uno siente al escuchar el Lohengrin o la 5a. Sinfonía de Bee­thoven, de esa sensación de ánimo interior, o incluso desánimo, de opti­mismo y a la vez de pesimismo.
            Mucho me queda por saber sobre los grandes genios y las grandes obras del mundo, mucho, mu­chísimo tendré que aprender de esta vieja Europa; sin embargo, ese poco que sé, es para mí un elemento que no me puede faltar actualmente en mi escasa existencia.
Sentirse wagneriano, que frase tan fácil y complicada a la vez. Muchos pue­den decir que sentirse wagneriano es ad­mirar, sentir la obra wagneriana; escuchar todas sus obras y poder llegar a compren­derlas, el leer textos de Richard Wagner, conocer su vida, sus pro y sus contras, alabar, identificarse con Wagner. Que equivocada está esa gente, que quiere poner fronteras en la existencia de su vida y de los demás, los que ponen etiquetas a la gente, a la persona.
No  señores,  no,  sentirse wagne­riano, ser wagneriano, es todo eso y mucho más. Para mí ser wagneriano, lleva consigo toda una concepción de la vida, una aspiración a algo superior, mejor, un inconformismo total para con lo bajo y mediocre, un rechazo hacia la sociedad actual.
Arte,  mundo exorbitante, amor, respeto  al  prójimo,  oposición  inque­brantable ante la maldad, sentido de la libertad, todo eso es lo que yo entiendo por verdadero wagneriano.
Andar por la calle, ver rostros ale­gres, sin ruidos de coches ni de motos, sentir que el viento marino le da a uno en la frente, en la cara, ese viento algo más que húmedo que deja su salada huella; sentir pena y querer luchar contra nuestra degenerada juventud, drogada o sin dro­gar, sin ideales, sin ansias de superación, con su cerebro en blanco, pensando en lo único que le da la sociedad: el placer material. Ahogarse ante esta visión, no­tar un cambio de color en nuestro rostro, en nuestro corazón, y sentirse impotente ante todo esto, es algo que un wagneriano ha de sentir muy profundamente.
Admirar, reconocer de lo que es capaz de hacer nuestra raza, ver, contemplar por ejemplo una sesión de gimnasia rít­mica, en la cual las chicas ofrecen lo me­jor de su vida al deporte y a la estética, adoptando figuras al compás de la músi­ca, figuras realmente artísticas y bellas, observar sus rostros de preocupación an­te las decisiones del jurado, ver su cara lacrimosa o contenta. Fijarse en las exten­siones de los brazos y el perfecto equili­brio con las restantes partes del cuerpo al realizarse un salto de trampolín, como si el hombre quisiera volar y divisar desde las alturas las mezquindades de los de abajo. Restregarse por los campos verdes de mi querida Galicia, correr, saltar por los caminos pedregosos, por las piedras ante las cuales el mar muestra su impoten­cia ante la dura roca. Oler el pan caliente por la mañana, al despertar en un pueblo alejado de nuestra ya olvidada ciudad.
Sentirse atraído por las cimas de las montañas, hacerse amigos de las monta­ñas, besar la fría nieve, contemplar las es­trellas en la clara noche de montaña, dor­mir al aire libre, sentir frío antes de dor­mirse.
Quisiera explicar al mundo todo lo que siento por el hombre, por mi raza, por el arte, por la vida, quisiera romper de un martillazo los muros que se constru­yen ante el espíritu y razón del hombre, quisiera que cada letra que escribiera, se convirtiera en un hombre en contra de nuestra materialista sociedad, quisiera po­der representar, dibujar mi espíritu en un papel al contemplar mi Catedral de Santiago de Compostela, quisiera que hom­bres como Miguel Angel, Brecker, Wag­ner, Riensfenstahl, Beethoven, Quevedo o Rosalía de Castro dirigieran el mundo con su arte por delante, quisiera que la poesía fuera el idioma oficial en toda Europa, quisiera que el ingenio, la personalidad y la sabiduría de mi raza no murieran antes de nacer, que los castaños y azules ojos de mi pueblo viesen el camino a recorrer por el sendero de un bosque, siempre en bus­ca de lo superior.
Mundo de sueños, mundo de fanta­sía, de trabajo y de amor. Sin embargo para el wagneriano todo este mundo, que es un sueño, un árbol sin tronco y hojas, es algo en lo que estamos plenamente convencidos, y, que a la vez no podemos ver satisfechos nuestros sueños en reali­dad, y por lo tanto tenemos siempre que ser algo pesimistas y tenemos que re­fugiarnos en nuestra literatura, en nues­tros sentimientos hacia el arte, en nuestro cariño hacia los animales, en nuestra con­fianza en nosotros mismos.
Pensamiento y concepción terrenal que no podrá ver sus frutos en la basura del mundo, donde los escritores se revuel­can en malabarismos surrealistas y exis­tencialistas, salidos de mentes agobiadas y nihilistas, huecas, insensibles e inseguras, donde la música no es música sino abstracción ma­terial, donde la escultura se retuerce en sus hierros y piedras de colores rojo y ver­de fluorescentes donde no existen senti­mientos humanos, sino sentimientos cro­máticos y amorfos de fondo, donde la ale­gría de vivir, el amor hacia los hijos, el cariño y unión de la familia corren el pe­ligro de desaparecer.
Mientras tanto el wagneriano sigue soñando, y con él sus mejores años y su vida juvenil, vida juvenil en tinieblas, como cuando en el III acto del Tristán, el melancólico pastor describe su mundo en aquellos instantes: “Desierto y solitario se ve el mar”.

(Artigo publicado na revista NOTHUNG núm. 16, 1982, xaneiro, pp. 3-4.)

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